XV
Nunca más volví a verlo a don Agustín. Tal como ocurre con las amistades inconvenientes, el frecuentar su cercanía me fue lentamente vedado. Particularmente me había acostumbrado a esa presencia tan edificante e ilustrativa, aunque tenía claramente aceptado que el hombre venía de otros tiempos y que, si lo abordaba fuera de un contexto exclusivamente literario, convertiría a mi situación en un “caso de chaleco”. Suele suceder.
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