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Quisto Ladio blog
El blog de Pico para compartir con el mundo
18 de Marzo, 2010 · General

UN QUISTO LADIO EN FRAYLE MUERTO


VI

La Batalla de Fraile Muerto

 

“En la húmeda mañana del 4 de enero de 1807, en medio del fragor de las invasiones inglesas, un paisano joven, Pedro de Alcántara Gordillo, corrió ante la presencia del cura Nicolás Urtubey, para solicitarle los servicios pastorales ya que, sobre el camino de acceso al poblado, se encontraba una pesada carreta tirada por bueyes, sobre la cual había nacido un niño, hijo de una forastera viajera y era menester el bautizarlo antes de que prosiguiera su interminable viaje hacia Buenos Aires.

  De inmediato, cura y Alcántara Gordillo, se enhorquetaron en la única cabalgadura del religioso y se presentaron ante la flamante madre, refugiada de la descomunal tormenta de la noche anterior bajo los chañares y algarrobos del lugar.

  Allí mismo, el sacerdote, le brindó los primeros óleos a la criatura, bajo el nombre de Hilario. Muchos años después, este niño, sería un destacado hombre de las letras nacionales apellidado Ascasubi. Claro que él mucho no recordó del singular episodio.”

  Leo estremecido las sepias páginas del “Libro de Oro de Bell Ville” y mi entusiasmo por abordar la extremadamente rica historia de este pueblo, se acrecienta segundo a segundo. No es mi afán el desentrañar en profundas investigaciones las inmediaciones del rigor histórico, no lo es. Es su calidad épica, su brutal caudal de acontecimientos donde el amor, el dolor, el desarraigo, el odio, la pasión y el desprecio por la propia vida, se entrecruzan permanentemente. Eran tiempos donde todo estaba por hacerse, donde el futuro era un brumoso horizonte sin sentido y el presente golpeaba con sus feroces mandobles a la puerta de cada pionero llegado para quedarse o de cada nativo invadido para su exterminio.

  Don Agustín había conmovido mis estructuras. La presencia intermitente de aquella figura, me había alumbrado una nueva inquietud, en la cual no cabría nunca el irrespeto, ni la liviandad.

  Hablando de liviandad, observo pasivamente el lento caer de unos papeles, vaya a saber oriundos de cual bibliorato o rejunte de hojas sueltas, con vanas y absurdas ideas en formato A4.

  Sin mayor interés los levanto del suelo y, casi sin querer, husmeo en su contenido, el que se encuentra llamativamente manuscrito, casi una rareza de museo paleontológico a esta altura del siglo.

  Dice:

                                                              “Joven, deseando que al recibo de estas líneas se encuentre bien de salud, quedando yo bien, gracias a Dios; lamento profundamente no poder estar a su lado en estos días, pero razones de suma urgencia e incumbencia me retienen en el lugar de mi actual morada.

                                                              No obstante, no quise dejar de alcanzarle, de la manera que fuere, algunos de mis apuntes de la historia de estos parajes del señor, si es que a Usted no le resultan vanos o carentes de consideración ante su vista. (…)”

  Y la fantasmagórica misiva, continuaba departiendo sobre el “genuino y desinteresado métier » de su autor, al acercarse abruptamente al siglo XXI para “colaborar con la divulgación de la historia del lugar y su relevante protagonismo en los albores de la Patria”.

  Pocas líneas más adelante, el relator- protagonista, se introducía de lleno en “las aciagas jornadas de las luchas intestinas que debió atravesar nuestra Nación”.

  Según la atenta lupa de don Agustín, cuando el director Supremo Juan Martín de Pueyrredón decidiera sofocar los intentos de autonomía de las provincias del litoral, ordenó al general Manuel Belgrano marchar con su ejército sobre ellas. Al mando de esas líneas rebeldes se encontraban Estanislao López y Francisco Ramírez, otrora subalternos suyos, en varias oportunidades. Por ello, Belgrano, comisionó al general Juan Ramón Balcarce para hacerse cargo de la operación.

   Pueyrredón dotó a ese ejército de 3 mil hombres de infantería y caballería, con ocho piezas de artillería debiendo operar armónicamente con una división de Córdoba, de 600 hombres, al mando del coronel Juan Bautista Bustos. Además, cooperaría por el río Paraná una escuadrilla fluvial, formada por dos bergantines, una goleta y varios lanchones armados de guerra, a cuyo bordo iban unos 300 entrerrianos. Dicha escuadrilla, debía bloquear a Santa Fe.

  Balcarce se dispuso a aguardar los movimientos de López, apostado en Pergamino. En tanto, Bustos, decidió proteger la frontera con Santa Fe, desde Fraile Muerto.

  El gobernador santafesino, en realidad no contaba con ejército regular alguno. Su fuerza estaba compuesta por un cuerpo de dragones, de unas 300 plazas, que el mismo había creado algunos años antes y de algunas partidas de paisanos carentes de instrucción militar y sin otras armas que las que cada uno de ellos podía procurarse. Las fuerzas que pudo reunir así López, en esta emergencia, no alcanzaban a mil hombres. 

  Desde el punto de vista técnico, el problema que López tenía ante sí, podía ser resuelto con un solo procedimiento, que implicaba una solución audaz y temeraria al mismo tiempo. Ella consistía en no esperar la reunión ni la convergencia simultánea de los dos núcleos adversarios, sino anticiparse a los movimientos de éstos y lanzarse rápidamente sobre uno de ellos, batirlo y volverse luego contra el otro. Las enormes distancias a recorrer aseguraban el espacio para esta maniobra; pero no podía decirse lo mismo del tiempo, puesto que, mientras se efectuase el primer movimiento, podría ocurrir que el segundo enemigo avanzara con mayor rapidez de la cuenta. Ello podría subsanarse si contra este último se dejaran algunas fuerzas que lo contuvieran o retardasen en su movimiento.

  Mientras tanto, Bustos, dispuso 200 hombres en Fraile Muerto y comisionó a 100 en Cruz Alta y otros 100 en el fuerte de “los Algarrobos”, en los pagos del Litín. Su objetivo era tener cubierto un amplio espectro de la zona por donde pudiera circular López, pero desconociendo el poderío de sus fuerzas.

  Atento a lo planificado por López, el primer objetivo debía ser Bustos por ser el menor de sus enemigos. Decidido a arrojarse sobre él, encomendó algunas partidas de montoneros -en su mayoría armados con lanzas- para efectuarle a Balcarce escaramuzas tipo “guerra de recursos”, con el solo motivo de demorarlo en su avanzada.

  En tanto, marchando con sigilo, condujo a sus tropas al norte del río Carcarañá, eludiendo las falanges de Cruz Alta. Por detrás de las líneas de Bustos, cayó sorpresivamente sobre el Litín, cuyos hombres se dieron a la fuga, el 4 de noviembre de 1818.

  El teniente coronel Bustos envió, el día 6, una escuadra rápidamente a su encuentro, pero no recibió lucha franca por parte de los santafesinos. En horas de la tarde del 7, López apareció sobre la margen norte del río Tercero con todo su ejército, dejándose ver por sus rivales.

  Ya en la madrugada del 8, el caudillo litoraleño cruzó rápidamente por el “paso de La Chata” (hoy barrio Portal del Río), sorprendiendo a los custodios que vigilaban sus movimientos. Bustos, apabullado y confundido por la velocidad de su contrincante, no opuso la debida resistencia debiendo atrincherarse entre carretas y empalizadas. Ayudado por la vegetación enramada del lugar, López logró desbaratar las fuerzas de caballería que venían en auxilio de Bustos y dedicó todos sus esfuerzos en quebrar la resistencia del cordobés.

  Uno tras otro los embates fueron rechazados, ante lo cual, López, optó por hacerse de todo el ganado y caballada que existían en los alrededores, dejándolo a Bustos en virtual sitio por  hambre.

  Por siete días se sostuvo el asedio. Bustos había podido sostener su defensa en razón de que algún buen bellvillense, ancestro de algún contemporáneo nuestro, le había obsequiado una majada de ovejas. López, además, conocía que, desde Córdoba, pronto llegarían los refuerzos para su acosado rival. Entonces decidió, tan rápidamente como pensó su estrategia, retirarse del lugar y volver a Santa Fe. En su paso, arrearon todo cuanto les fuera de utilidad, incluyendo las mujeres jóvenes desde Fraile Muerto hasta San José de la Esquina.

  Aun cuando López no pudo aniquilar a Bustos, como fue su propósito, lo dejaba en cambio imposibilitado de cooperar oportunamente con Balcarce, ya que lo había despojado de su movilidad al quitarle las cabalgaduras y las subsistencias.  El objetivo estratégico había sido en su primera parte alcanzado, al desbaratar los planes de sus adversarios, anulando la concurrencia de uno de ellos. Por su parte, Bustos, luego de reunir sus tropas dispersas, se dirigió a Villa del Rosario, por lo que, a la pacífica aldea de Fraile Muerto, retornaba la habitual parsimonia cotidiana de pueblo de la llanura. Como ahora.

  Cancelo la labor de la maquinaria cibernética, dejo reposar los “bytes” y los “software” sin dejar de pensar en esos tiempos lejanos de Bell Ville y la trascendencia de los sucesos. No obstante, no se me ocurre comparar momentos, ni situaciones, no es mi idea…

  Pienso… ¿En que trámites extra-dimensionales andará don Agustín, que solo envía mensajes escritos para comunicarse? Para mí que se está aggiornando y ¡está en procura de un teléfono celular…!

  Sonrío y me retiro a descansar.

 

                                                             

  

  Fuentes

Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.

Ornstein, Cnl. Leopoldo R. – López Militar – Jornadas de Est. Históricos – Santa Fe (1938).

Agustín Villarroel: Córdoba y Bell Ville en la Historia de la Patria

 

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publicado por pico a las 19:44 · 1 Comentario  ·  Recomendar
 
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Comentarios (1) ·  Enviar comentario
Hola David,podrías orientarme de como conseguir una copia del libro de Agustín Villarruel Córdoba y Bell Ville en la Historia de la Patria? Soy descendiente del Victor Juarez, me encanta la Historia Argentina y quiero interiorizarme particularmente de esta figura de Fraile Muerto; me dijeron que podía empezar consultando ese libro.Muchas gracias.
publicado por Diana, el 12.11.2013 23:42
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