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El blog de Pico para compartir con el mundo
14 de Octubre, 2010 · General

El fantasma andaba en auto



5

 

¡No me parece que por semejante pequeñez, haya que molestar a la autoridad policial! – clamaba don Zutano, ante la opinión generalizada de sus vecinos -exaltados hasta lo indecible-  por la aparición en sus aletargadas vidas cotidianas, de un fenómeno atribuido por ellos mismos a la paranormalidad.

  -¡Señor Zutano, le digo que lo vi con mis propios ojos!-reclamó, entre airado y asustado un sodero de amplio reparto por la zona sur de la localidad.

  -Cierto- confirmó una señora de delantal de cocina con motivos navideños- mi nena lo vio cerca de la cancha de Argentino…

  -Y, ¿qué tenía que hacer la nena cerca de la cancha de Argentino, si nosotros vivimos en barrio “La Aceitera”??? –interrumpió desencajado el marido de la señora con delantal de cocina con motivos navideños.

  Mucho más allá de los desencuentros emergentes entre los testigos del insólito suceso, la especie iba ganando cuerpo, momento a momento. En verdad, las versiones eran coincidentes, por los cuatro bulevares bellvillenses ya se hablaba de la “chata fantasma” y las pieles, ante su sola mención, ya ofrecían el aspecto de los emplumados animales de granja.

 Alcibíades Zutano, en tren de colaborar con la resolución de tal descomedida circunstancia, dado su comprometido espíritu social –herencia viva de su ancestro don Fulano- recababa datos testimoniales de los afectados por la insólita aparición.

  -Yo vi la camioneta blancuzca pasearse de lo más oronda por el bulevar Illia,  para el lado del barrio El Triángulo –aportaba contundente un habitué de las tertulias vespertinas concertadas en un bar de la zona.

  -¡Culpa de ese auto de porquería, el pobre de mi marido se cayó en la zanja del gas!!!

  -¡No diga sandeces, su marido se cayó a la cuneta, de la tranca universal que acarreaba!!! ¡En este barrio nunca vamo a tener gas!!!

  -¡Yo no se el intendente como deja andar por las calles del pueblo a los autos fantasmas!! ¡Acá cualquiera hace lo que se le da la gana…!!!! ¡Ah!!, ¡si volvieran los militares!!!!! -Alertaba y se ilusionaba una señora de poco difundida profesión y modo de vida.

  -Acá hay uno que propone que lo vayamos a ver al curandero brasilero del pueblo. –avisó un petisito que, con su manera de mirar muy asombrada, parecía que se encontraba al aguardo de una revelación divina.

  -Propuesta puesta a consideración de la asamblea –discurseó Zutano, como si estuviera en el foro de Atenas.

  Como la mitad de los diez vecinos autoconvocados por el espanto, no entendieron la fórmula de rigor en el trato democrático de las propuestas, hicieron como que comprendieron y pusieron talón para el lado de la casa del vidente arribado desde el calor del norte sudamericano.

  Dieciséis cuadras después, Zutano comprobó que solamente seis personas continuaban formando parte de la convocatoria, no por ello se amedrentó y avanzó a la cabeza de la asustada columna.

  Al doblar en la esquina consignada por los conocedores del lugar, Alcibíades ya contó cuatro, solamente. Tampoco ese dato arredró su espíritu y, él mismo, golpeó las manos sobre la puerta falsa de alambre con resorte, existente en la supuesta vivienda del iluminado adivino.

  -¿Quén golpia? –se escuchó carraspear desde el interior de la morada.

  -Unos vecinos… –se adelantó a identificar Zutano.

  -Bem, pasen, pero tengan cuidado con el ganso…-recomendó el dueño de casa.

  -Claro –dijo Alcibíades Zutano- esta gente es muy extravagante en sus caprichos, dice que tiene un ganso como mascota…

  -No –le replicó un vecino- Esos bichos son mejores que los perros como guardianes…Hasta muerden…

  Una vez adentro de la vivienda, las miradas de rigor recorrieron palmo a palmo las paredes y mobiliario del curandero. Si bien el lujo no se enseñoreaba en la habitación, tampoco parecía que el orden desmedido había fijado domicilio allí. Todos coincidieron en dar una oportunidad más al extranjero cuando se pudiera conocer el baño.

  -Eu sou Edemil Araquem de Melo, reenviado do señor de todos os santos...-adelantó como carta de presentación el morocho visitado.

  -¿Cómo es eso de reenviado? –preguntó Zutano.

  -¡Ah! Eso es porqui yo morreu y resucitei…-así, tan campante, relató su extraña vida el brasileño.

  -Mire, le digo la verdad –apuró el trámite el delegado- queremos que usted haga algo con ese auto fantasma que anda por Bell Ville.

  -Una vez yo vi un fantasma saliendo de minha morada en Rua dos Canganceiros en Curitiba do Livramiento…Lo vi tan patente que me parecía muy humano, les yuro…Como habrá sido que minha mulher dijo no haber visto naaaada…

  -Pero esta vez parece ser en serio, le digo. Fíjese que puede hacer para eliminarlo.

Como conclusión contundente ante la demanda al pai, Zutano depositó ante su vista un rollo de mediano grosor donde se podían apreciar varios billetes de color violáceo con la cara de un discutido general de la Nación.

  -¡Ah! Bueno, mientras ustedes están aquí, eu ya estoy teniendo visiones… ¿Cómo es el auto?

  -No es un auto, es una camioneta Chevrolet,  que era blanca, con un guardabarros si y el otro no, tiene un bidón de plástico atrás que hace las veces de tanque de gas oil, patente visible no tiene y el escape hace un ruido atronador –pormenorizó uno de los ocasionales testigos del suceso.

  -¡Bem! Ya mismo me pongo a mirarle las tripas a un frango y mañana, después de doce, les aviso…

  -¿A quién? Preguntó extrañada una de las vecinas consultoras.

  -Nada, dice que él lee el futuro en las vísceras de los pollos muertos…

  -Bueno, entonces. Si quiere mañana le traemos el arroz, pero, que nos dé una solución para el fantasma –reclamaron los cinco al unísono.

  En tanto, los comentarios seguían dando crédito a las más inverosímiles historias. Unos decían haber visto transitar una camioneta de similares características de las detalladas al curandero, pero por la calle Tucumán, en contramano, cerca del mediodía. Otros, más entusiasmados, hablaban de haber visto un ser de horripilantes facciones, de hocico y orejas desmesuradas, comandando, en alocada carrera, el bólido convertido en una violenta arma ante quien tuviera la desgracia de cruzarse en su camino.

  Los días pasaron y no se tuvieron más noticias, ni de la aparición, ni de la supuesta visualización de la cura del asunto por parte de Araquem de Melo, el visualizador que resucitara.

  Semana y media más tarde, la cuarta parte del poblado había olvidado el episodio y los bolsillos ultrajados de los testimoniales vecinos, casi daban por perdido su generoso e interesado aporte al extranjero curandero. Fue allí que apareció proverbialmente Juan Carlos Devoto, poco devoto de las curas extrasensoriales y de los aparecidos y fantasmas.

  El tipo sentó frente a la copiosa mesa de un café desusado de las afueras de Bell Ville, al comedido Alcibíades Zutano y lo nutrió de las reales circunstancias que habían  provocado el haber tenido en vilo a la sociedad local durante casi un mes, más o menos.

  -Yo descubrí el motivo de la angustia y el susto de la gente –inició Devoto, como si lo que estaba por decirle al pobre Zutano, constituyera su firme confesión poco antes de la muerte, ante el juez que ya lo había condenado.

  -Y, de ahi…-respondió A.Z., a la manera de un sainete criollo.

  -Pare, que le cuento…Yo se muy bien que la camioneta esa solamente puede pertenecer a mi amigo Pocholo… Por eso fui yo el que le avisé que había andado por todo Bell Ville y finalmente había chocado un Farcon rural, a las afueras de Unkei…

  -¿Quién había andado…?-replicó el anoticiado.

  -La Chevrolet, sola…mejor dicho, manejada por la chancha…

  -¡Ah, no! Eso no te lo creo…-se ofendió el escucha.

  - ¡Si! Mejor dicho, la chancha hacía arrancar la chata…

  -¿Cómo? –insistió Zutano poco antes del colapso.

  -Si…aunque no lo crea…Yo subí a Unkei y le grité a mi amigo, “¡¡Pocholo, la chancha chocó la chata!!!! Por que sabía que mi amigo tenía una chancha adentro de una bolsa desde hacía un día entero. La había traído del campo para regalársela a un policía municipal que lo había indultado por andar sin patente, sin carnet, sin luces, sin escape y con portación de apellido.

  Luego, distraído, anduvo de boliche en boliche hasta la tardecita. El animal, un ejemplar, ya no tan lechón, se salió de la bolsa y buscando escaparse, tocaba los cables que actuaban como llave de ignición del vehículo. De ese modo, con la marcha colocada, vaya a saber en que punto, andaba a la deriva por las calles del pueblo, sin saberse quien era el conductor. Solamente unos pocos, pudieron divisar el rostro del porcino que, saltando, dos por tres, aparecía por el vidrio del lado del conductor.

  Recién, a las dos y cuarto de la madrugada, pude bajarlo al Pocholo de la confitería para mostrarle el estropicio que había hecho el regalo policial con el resto de los autos estacionados.

  Cuando termine de pagar la pila de multas que se ganó por generoso y coimero, dijo el padre que lo va a dejar salir de nuevo en la chatita…-concluyó el relator fortuito.

  …………………………………….

  Alcibíades Zutano, nieto directo de don Fulano, demoró largos instantes en volver al mundo de lo real, luego de semejante narración de los hechos. De regreso a su morada, se cruzó con uno de sus compañeros de visita al extravagante curandero brasileño. Antes que pudiera ponerlo al corriente sobre lo que acababa de enterarse, el amigo lo interrumpió, precisamente con noticias del adivino.

  -Me llegó una nota del matasanos…Dice que encontró el origen del problema del fantasma y que pide más plata para solucionarlo –comentó el ex testigo.

  -¡Ajá, no me diga…! –Ironizó Zutano- Y, ¿por qué más plata?

  -Dijo que por que encontró una cerda que tiene poderes y ella le va saber decir la solución…Ocurre que se la tiene que pagar a un tal Pocholo, me escribió…

   Sin mayores comentarios, Zutano dio dos vueltas a su bufanda alrededor del cuello y apuró el  paso para el lado de su casa, como quien va para el boliche de Valvassori, en Bell Ville.

 

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