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Quisto Ladio blog
El blog de Pico para compartir con el mundo
23 de Febrero, 2010 · General

UN QUISTO LADIO EN FRAILE MUERTO


III

 

La virgencita extraviada

 

De riguroso saco de cuero negro cercano a las rodillas, me encontraba en el ámbito de la Terminal de ómnibus aguardando por la presencia de alguien muy importante para mí, con quien debíamos tomar otros rumbos alejados una vez concretado el encuentro. Tal era el proyecto inmodificable en esa nochecita de octubre destemplado.

  La demora ostensible, solo actuaba como perturbador elemento de aquella incómoda situación. Nadie va a una Terminal de colectivos interurbanos a esperar a alguien que no llega en colectivo. Demasiado tiempo en un mismo lugar da la sensación de que todo el mundo lo mira a uno y que esa multitud, comienza a palparlo de aviesas intenciones.

  Desalentado y abrumado por tal aparente estado de sospecha, decidí dejar el lugar, del mismo modo como había ingresado, lenta y silenciosamente.

  No había llegado yo al terreno donde hoy se levanta un edificio escolar y supo ser, en mis mocedades, sitio preferencial para la erección de las más fabulosas carpas y luminarias. En ese perímetro, se instalaban los circos y parques de diversiones en  la localidad; era el llamado Prado Español. Allí mismo me pareció oír el reclamo de un añejo y tortuoso eucaliptus de grueso tronco. Reclamo suyo o de alguien que se escudaba tras su corpulencia, claro está.

  -¡Hola joven! –escuché perfectamente y de inmediato reconocí la voz.

  -¡Don Agustín! –pronuncié alborozado, a pesar de haberme sentido instantes atrás, poco menos que estafado por quien me incumpliera el encuentro.

  -¿Qué anda haciendo por estos lugares penumbrosos? –me inquirió astuto el anciano amigo.

  -Nada –dije, como siempre se dice- Vine hasta aquí a esperar a una persona, pero debe haber tenido algún contratiempo, porque no acudió -argumenté ocultando mi contrariedad aún presente.

  No lo mencioné, pero a mi también me llamaba la atención el hecho de que, los sucesivos y esporádicos encuentros con don Agustín, siempre tenían lugar en inmediaciones del río o del puente Sarmiento.

  Como fuera, los cuatro pasos autómatas enfilaron para la pasarela que da al Parque Tau, tácito escenario donde atender la sinfonía de relatos que don Agustín conservaba para mi exclusivo arbitrio una vez cada tanto y de la nada.

  De más está decir que, en un nutrido almacén de las inmediaciones (el que hubiera jurado que nunca existió, ni existe hoy por esos lares), obtuvimos finos licores para amenizar la recordación y el fugaz encuentro de generaciones.

  -¿Usted, mi querido amigo, sabe por qué a estos parajes se les llamó Fraile Muerto…?

  - Seguramente porque por acá se murió algún cura…-intenté hacerme el gracioso.

  -¡Claro! Pero…¿En cuales circunstancias? –replicó indulgente ante mi irreverencia.

  Seguidamente, el hábil relator y protagonista mismo de las aventuras de los pueblos, ofreció un nutrido menú de posibilidades sobre el extraño caso del religioso fallecido en confuso episodio y que signara a todos quienes acertaron a pisar el actual suelo bellvillense.

  -En 1623, se comenzó a nombrar estos pagos como “Frayle Muerto” –dijo don Agustín con semejante convicción que podía desafiar a las bibliotecas más y mejor informadas del planeta. Yo le creí a pies juntillas.

  Sin respiro, el hombre aparecido, tendió sobre la calcárea mesa ubicada en inmediaciones de los juegos para niños del Parque Tau, un abanico de posibilidades sobre la trágica suerte corrida por el ignoto fraile de marras. Habló de la fundación de Córdoba  y nombró a Tristán de Tejeda y la expedición que le fue asignada cuyo objetivo era reprimir y castigar los sucesivos alzamientos de los naturales de nuestra región. En dicha tropa se encontraba, además, un capellán que velaba las armas y aportaba consuelo a los soldados afectados por las inclemencias de un ignorado territorio y el desarraigo interminable. Tejeda no vaciló en la represión a los originarios habitantes de las tierras, aunque el precio de sus victorias incluyó la pérdida de la vida del eclesiástico a manos de las rudimentarias y eficaces armas aborígenes.

  La segunda especie señala que, algunos misioneros, similares a San Francisco Solano, se proponían una activa tarea evangelizadora en las nuevas tierras, para lo cual se internaban meses o años en los toldos de quienes reconocían otras deidades. Obviamente semejante temeridad los dejaba absolutamente expuestos a los humores y destinos que disponían los capitanejos y caciques de cada zona. Esta habría sido la suerte del fraile, muerto en cumplimiento de su objetivo.

  La tercera versión ya libera de responsabilidad histórica a los aborígenes dueños de la tierra, de ser los matadores del curita. En ella se narra que, en medio de las aludidas misiones evangelizadoras, los protagonistas de ellas no estaban en condiciones de elegir aposentos, por lo que, muchas veces, debían reposar al sereno o al abrigo de algún leñoso árbol de exuberante follaje. Habría sido entonces que, algún tigre capiango –cebado por haber probado carne humana- habría dado muerte al sacerdote mientras dormía.

  No obstante la seriedad de quienes sustentaron las tres posibilidades, la historia misma nunca alcanzó a consagrar a ninguna como veraz y definitiva. Tampoco se logró ahondar en la investigación de los reales sucesos.

  En 1630, ya se conocía al lugar como Frayle Muerto. Por esos años, llegó el primer extranjero con intenciones de radicarse aquí. Se trataba del sargento mayor de los reales ejércitos españoles, Lorenso de Lara y Mimenza, de probable origen chileno, a quien acompañaba su esposa cordobesa Marcela de Mendoza. De allí, el uniformado, no solamente había traído esposa, sino que consigo acarreaba los títulos por servicios prestados a la corona que le habían sido otorgados en suerte y lo consignaban propietario de estas tierras.

  Aquí tomó posesión levantando un solar de 12 por 14 pies sobre la ribera sur de un río, tomando como mojón, un paso muy conocido a 120 metros de donde edificó el casco de lo que pronto llamó la “Pura y Limpia Concepción de Frayle Muerto”.

  Simultáneamente, muy cerca de esa casa, Lara hizo construir por sus litines encomenderos, un modesto oratorio donde poder cumplir con sus rituales religiosos y de este modo estar más en paz con su conciencia. Pronto advirtió que, el “paso grande” cercano, era ruta obligada para el tránsito entre Buenos Aires y el interior del territorio y que a menudo acertaban a detenerse sacerdotes que oficiaban misa en su oratorio. Por ello, el pionero, decidió que había que dotar al templete de una imagen acorde a tales circunstancias e importancia de la ubicación,  ya que solamente había podido traer de España una pequeña estatuilla de la Purísima.

  Decidido a mover influencias, don Lorenso escribió una conceptuosa misiva a un viejo conocido suyo residente en Brasil, para que le remitiera una imagen de la Inmaculada Virgen María. El buen amigo, intentando conformar al demandante, no solamente una, sino dos imágenes perfectamente acondicionadas en cajuelas de madera, envió.

  A la postre, una de las vírgenes, Nuestra Señora de la Consolación, fue camino al norte hasta llegar a Sumampa, en Santiago del Estero. La otra, la Pura y Limpia Concepción, nunca llegó al oratorio esperanzado del sargento de Lara.

  Esa, nunca pasó de la ciudad de Luján. Allí quiso quedarse.

………………………………………………………………

-         Don Agustín, y ¿si vamos a Luján y la reclamamos…? ¡Mire que hay documentos!

-         No, querido, ese tema ya está en manos de la historia, ella ya juzgó el episodio…

-         ¡Pobre sargento Lorenso! ¡Con las ganas que tenía de tener su virgencita…!

-         Bueno, pero… hablando de otra cosa… ¿Vio que Lara tenía como referencia el mojón del Paso Grande, a 120 metros de su nueva casa. El que después fue muy transitado y que por allí pasaron San Martín, Balcarce y Belgrano…??

-         Si… ¿A que viene eso?

-         Fíjese adonde estamos sentados y, dígame… ¿Como se llama hoy este lugar?

-         …El Paso de la Arena…¿Será…? ¡No me diga…!... ¡Eh don Agustín, no se vaya de nuevo…!!!

-         ¡Voy al baño!

-         ¡Como, al baño! ¡Caracho! Me volvió a embaucar… ¡A las apariciones no le vienen ganas…!!!

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publicado por pico a las 10:08 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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